Cómo luchar contra la pereza

Ser disciplinado es hacer las cosas que debes y puedes (y tienes el privilegio de) hacer, independientemente de cómo te sientes. Ser perezoso es no hacer lo que debes y puedes hacer porque no tienes ganas.

Mi libro de productividad.

Resulta que escribir un libro sobre productividad y enseñar a las personas a organizar su semana no te hace inmune a la pereza. Tal vez puedas identificarte conmigo: con frecuencia me veo tentada a quedarme en la cama y pasar el día viendo videos de YouTube. La pereza es algo con lo que todo el mundo lucha (unos más que otros), no importa si estudias la «carrera ideal» o tienes el «trabajo de tus sueños». Pablo no estaba solo al escribir «no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico» (Ro 7:19).

¿Qué podemos hacer al respecto? Aquí algunas ideas:

0. Recuerda dos verdades esenciales.

Lo primero que debo recordarme cuando estoy en la encrucijada entre la pereza y la disciplina es lo siguiente: No tener ganas de hacer algo no me quita la capacidad de hacer algo.

Puede que no me sienta motivada a levantarme, pero eso no significa que mis piernas dejaron de funcionar. Puede que no tenga ganas de poner palabras en el papel, pero mis manos son capaces de teclear cualquier idea que tenga (por mediocre que parezca). Puede que lo último que desee sea lavar la pila de trastos que tiene dos días acumulándose, pero el agua y el jabón siguen disponibles en la alacena de la cocina.

Me engaño a mí misma si pretendo que mi falta de ganas es falta de capacidad.

La segunda verdad que debo recordar en mi lucha contra la pereza se encuentra en 1 Corintios 10:31: «Ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios».

Levantarme y actuar puede ser una alabanza.

Si alguien «importante» (piensa en la persona en quien más admiras) fuera a tu casa a almorzar, puedo asegurar que te levantarías y pondrías las cosas en orden en un santiamén. ¿No está el Dios del universo en medio nuestro en todo tiempo? ¿No debemos hacer todas nuestras tareas cotidianas para su gloria?

1. Actívate.

Pasar de la cama al computador no suele ser muy eficaz. Traerás el letargo a la pantalla y eso te llevará a distraerte en las redes sociales o algo por el estilo.

Es mejor espabilarse antes de sentarse a trabajar. Lávate la cara, los dientes y sal de la pijama. Péinate un poco. Toma un vaso de agua fresca y sal a caminar unos diez minutos. Mientras tomas un poco de aire fresco, eleva una oración al Señor pidiéndole que guíe tus esfuerzos, por sencillos que sean.

2. Divide tu tarea.

Es hora de tomar esa tarea que has estado postergando y dividirla en microtareas ridículamente sencillas.

Cuando digo «ridículamente», hablo en serio. Por ejemplo, cuando estoy batallando para escribir un artículo, hago una lista como esta:

  • Dejar el teléfono fuera de la oficina

  • Cerrar apps que me distraen en la computadora

  • Abrir Google Drive

  • Crear nuevo documento

  • Escribir 50 palabras

  • Escribir otras 50 palabras

  • Escribir otras 50 palabras

  • Escribir otras 50 palabras

  • Escribir otras 50 palabras

Ya te haces la idea.

3. Empieza.

Comprométete a avanzar en las tareas de tu lista durante cinco minutos. Solo cinco minutos. Cuando termine el tiempo, puedes levantarte y estirarte un poco. Luego trabajas cinco minutos más.

Una vez que los cinco minutos de concentración pasen rápido y sin demasiado esfuerzo, auméntalos a diez. Luego a quince. Y así hasta que termines las microtareas de tu lista.

Te darás cuenta de que, la mayoría de las veces, lo más difícil es empezar. Te darás cuenta de que, sin importar lo que te decías a ti mismo cuando estabas tirado en la pereza, sí puedes ser disciplinado para la gloria de Dios y el bien de los demás… un pequeño paso a la vez.

 

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ProductividadAna Ávila