¿Hiciste un grupo de lectura y nadie lee? Anímalos con el ejemplo
Si te gustan los libros, lo más probable es que desees compartir con alguien más el placer de leerlos. Una de las mejores formas de hacerlo es con un grupo de lectura.
No existe una manera “ideal” de organizar un grupo de este tipo. La más común es ponerse de acuerdo para leer un libro juntos y cada cierto tiempo (generalmente cada semana o mes) reunirse a charlar sobre lo que han aprendido.
Si has intentado hacer esto antes, probablemente te has dado cuenta de que, aunque las personas inician muy emocionadas, a los pocos días el libro pierde su brillo. Cuando menos lo esperas empiezan a llegar las excusas para no haber completado la lectura asignada. O, peor aún, llega el silencio.
¿Qué hacemos?
Justo eso le pasó a unas amigas. Me dijeron que su comunidad misional (grupo pequeño, célula, reunión de hogar) se había puesto de acuerdo para leer un mismo libro. Lo compraron y empezaron. Hicieron un calendario de lectura y toda la cosa. Pero al poco tiempo, al preguntarles a través de un grupo de WhatsApp si iban al corriente, las personas dejaron de responder: nadie leía nada.
Mis amigas intentaron animar a sus compañeros; les recordaban periódicamente sobre las secciones que tocaba leer y les hablaban de la importancia de la lectura. Pero nada parecía funcionar. Cuando me contaron, les dije que cambiaran su estrategia:
La mejor manera de animar a otros a leer es con el ejemplo.
Les pedí que dejaran de preocuparse por lo que otros estuvieran leyendo. Lo que tenían que hacer para motivar a otros simplemente era leer y estar genuinamente emocionadas por lo que habían aprendido. Les dije que compartieran sus descubrimientos, frases favoritas, y reflexiones en su grupo, sin pedir que nadie leyera nada y sin hacer sentir mal a nadie.
Y funcionó.
Cuando otros empezaron a ver lo bueno que era el libro, su curiosidad despertó. Primero simplemente respondieron a lo que mis amigas compartían, y después empezaron a querer descubrir cosas ellos mismos. Al poco tiempo, personas que antes dejaban en “visto” empezaron a leer y compartir también. Todo por simplemente animar a otros con el ejemplo.
El amor por la lectura se contagia.
Algunos de nosotros hemos tenido el privilegio de crecer en hogares donde los libros fueron centrales. Pudimos ver a nuestros padres disfrutar genuinamente del placer de aprender a través de la lectura.
Otros solo recuerdan lo pesado que era cumplir con las lecturas escolares por obligación. Para ellos, los libros son sinónimo de tarea. No comprenden cómo, después de dejar atrás la escuela, alguien tendría deseo de sentarse a pasar su tiempo libre con un pesado libro en lugar de ver una película.
Si conoces la dicha de leer por placer, no hagas sentir mal a otros porque no la comprenden. Mejor comparte tu amor por los libros con el ejemplo. Lo único que necesitas es un buen libro y un poquito de paciencia. Quién sabe cuántos de tus amigos “anti-libros” se transformen en ratones de biblioteca… ¡los más sorprendidos serán ellos mismos!