¿Quieres leer más? Deja de hacer esto
Has decidido desarrollar el hábito de la lectura. Lees acerca de leer; consigues los libros recomendados por tus pensadores favoritos; registras tu progreso en Goodreads; compartes con otros lo que has aprendido. Todo esto es excelente. Pero hacer y hacer no tarda en volverse agotador, especialmente cuando no soltamos lo que hay que soltar para darle espacio a tanta nueva actividad.
Detente un momento y piensa, ¿hay algo que debería dejar de hacer para poder leer más y mejor? Yo creo que sí. Estas son solo tres ideas:
Si quieres leer más, deja de esperar la perfección.
¿Cómo luce la vida de un “verdadero” lector? Solemos soñar con tazas de café, libros en formato físico, días nublados, plumas de punto fino y resaltadores que no traspasen las páginas. Pensamos en una o dos horas sin interrupciones, música clásica y velas aromáticas. No te mentiré, si mi sesión de lectura puede lucir así, no voy a quejarme... ¡lo voy a disfrutar! Pero la realidad es que (al menos para mí) este tipo de lecturas son una en un millón.
Mi vida con los libros es muy distinta: sujeto el Kindle con una mano mientras con la otra mantengo dormido al bebé. Escucho un audiolibro mientras lavo los platos por tercera vez en el día. Me sumerjo en una novela sentada en una banca en el ruidoso centro comercial.
No esperes el momento perfecto para leer. No uses tus fantasías de lectura como excusa para nunca levantar un libro. Los buenos lectores leen en toda clase de situaciones. Haz lo que puedas con lo que tienes ahora mismo. Si por ahora solo tienes un par de minutos y un teléfono móvil, eso es suficiente para empezar.
Si quieres leer más, deja de obligarte a terminar los libros.
La mayoría de nosotros aprendimos a leer en la escuela, donde los libros eran sinónimo de tarea. Se nos asignaba una lista de títulos y había que acabarlos todos, entregando un reporte al final. Incluso yo —lectora como soy desde la infancia— recuerdo haber terminado más de un reporte a toda prisa encerrada en el baño de la escuela, justo antes de la clase. Muchos de nosotros llevamos este sentimiento de obligación hasta la adultez. Cuando empezamos un libro, sentimos la presión por terminarlo, aunque no le estemos sacando provecho o simplemente nos parezca lo más aburrido del mundo.
No tienes que terminar cada libro que empiezas. De hecho, suele ser peor que te obligues a hacerlo. Con tal de evitar la tortura de continuar, acabarás sin leer nada. Mis libros favoritos no serán tus libros favoritos, eso está bien. Explora hasta que encuentres esas joyas que te acompañarán el resto de tus días y deja atrás lo demás.
Si quieres leer más, deja de utilizar tu teléfono sin propósito.
Para bien y para mal, los teléfonos móviles son parte de nuestras vidas diarias. Para bien, porque son herramientas que hacen la vida más sencilla y nos permiten tener acceso inmediato a prácticamente cualquier libro que deseemos leer. Para mal, porque son distracciones que pueden infiltrarse en los rincones más profundos de nuestra vida y robarnos miles de minutos que no volverán. Minutos que pueden ocuparse en cosas más productivas, como leer.
En el episodio de Los cristianos también leen la semana pasada compartí tres ideas para usar tu teléfono con sabiduría. Te invito a escucharlo completo. Ahí compartí que algo crucial para usar bien nuestros teléfonos es determinar qué cosas queremos lograr (en este caso leer más libros) y pensar en cómo nuestro móvil nos ayudará a lograr esos objetivos.
Hay muchas herramientas que puedes utilizar: Forest para bloquear la distracción y Streaks para registrar tus rachas de lectura, por ejemplo. Hasta el temporizador del teléfono puede ayudarte a leer más. Pon cinco minutos en la cuenta regresiva y proponte no hacer otra cosa sino leer durante ese tiempo. Poco a poco podrás ir aumentando los minutos conforme tu capacidad de prestar atención se fortalezca.
Lo importante es que realmente uses el teléfono como una herramienta, no como un lugar para escapar del aburrimiento o los retos de la vida.
Para leer más uno no tiene que convertirse en monje, aislándose del mundo exterior. La mejor forma de cultivar el hábito de la lectura es haciendo pequeños ajustes a nuestra manera de vivir la vida. Poco a poco, los minutos que invirtamos entre las páginas se irán acumulando. Poco a poco, seremos transformados de no-lectores a lectores, y de lectores a grandes-lectores, una decisión a la vez.