La trampa de las 24 horas

Hay tantas cosas por hacer. Libros que leer, proyectos que completar, lugares que visitar, kilos que bajar, familia que amar, ministerios en los que servir, cursos que llevar, siestas que tomar.

La lista es infinita. Y el día solo tiene 24 horas. 

Con todo, sigo pensando que tenemos tiempo para hacer lo que deberíamos estar haciendo. Ahora, con esto no me quiero decir que tienes tiempo para hacer todo lo que quisieras estar haciendo, ni que tienes que ser una máquina de trabajo cada segundo de tu vida. 

Me refiero a que todos tenemos un propósito que cumplir en esta temporada de nuestras vidas, y ese propósito puede cumplirse en el tiempo que tenemos. Entender esta verdad me ha dado libertad para soltar muchas cosas, decir “no”, y enfocarme en lo que debo hacer ahora mismo.

Sin embargo, aun comprendiendo que todo tiene su tiempo, no puedo evitar sentirme abrumada por hacer ahora mismo todo lo que debería estar haciendo. No puedo evitar caer en la trampa de las 24 horas.

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Aprendí el concepto de la trampa de las 24 horas de Laura Vanderkam, escritora y oradora en temas de productividad. Ella explica que solemos cometer el error de medir nuestras vidas en días. Y cuando queremos llevar vidas “balanceadas”, medir en días nos obliga a apretujar en 24 horas todas las actividades que debemos realizar.

Por ejemplo, yo soy esposa, mamá, editora, y diaconisa en la iglesia. Además, sé que debo ejercitarme para cuidar mi cuerpo y tener energía para realizar mis actividades. Por supuesto, me interesa el estudio serio de las Escrituras, así como equiparme utilizando cursos virtuales y libros.

Imagina que —por querer llevar una vida balanceada como esposa, mamá, editora, y diaconisa que se ejercita y estudia— intento apretujar todas mis actividades en 24 horas, todos los días. ¡No tardaría en volverme loca!

El consejo de Vanderkam es medir nuestras vidas no en días, sino en semanas. Cada semana tiene 168 horas (112 cuando restamos las horas de sueño), más que suficientes para cumplir con nuestras responsabilidades. No tenemos que encajar todo en un solo día. Quizá los martes te enfoques más en tu trabajo, mientras que el fin de semana lo dedicas de lleno a tu familia. Podrías hacer ejercicio tres o cuatro veces por semana, e invertir esa misma hora el resto de la semana para leer.

La idea es que no caigas en el error de sentir que debes cumplir con todas tus metas y buenos hábitos en un solo periodo de 24 horas. Puedes hacer ejercicio 3 veces por semana. Puedes salir al parque una vez a la semana. Puedes leer media hora cada dos días. Puedes estudiar un curso virtual una vez cada quince días. No importa que no hagas cada una de estas cosas todos los días. 

Cómo evitar caer en la trampa de las 24 horas 

1) Recuerda que no tienes que hacerlo todo en esta temporada de tu vida:

Quizá ahora mismo debes enfocarte en tus estudios o en tu familia. Eso está bien. En el siglo XXI tenemos más oportunidades que nunca antes; existen un millón de cosas que podríamos estar haciendo. Es importante entender que para decir “sí” a lo esencial tenemos que decir “no” a todo lo demás. Aunque sea temporalmente.

Para decir “sí” a lo esencial tenemos que decir “no” a todo lo demás.

2) Sé consciente de lo que sí deberías estar haciendo:

La vida puede ser abrumadora, así que no es necesario que nosotros la compliquemos aún más. Cuando dejamos que nuestra mente se llene de pendientes y tareas, terminamos paralizados por el miedo y no hacemos nada. Los minutos se nos escapan porque no sabemos por dónde empezar… ahora tenemos menos tiempo para resolver el torbellino de pendientes que hay en nuestra mente.

Detente. Siéntate un momento y empieza a escribir todas esas cosas que te agobian. Escribe y escribe sin discriminación. Una vez que tengas todo en el papel, empieza a eliminar las cosas que no son esenciales. Delega algunas tareas a alguien que pueda ayudarte. Si hay tareas que no son esenciales pero te gustaría hacer en algún momento, ponlas en una lista por separado. Sigue eliminando y delegando hasta que queden solo las cosas en las que debes enfocarte ahora mismo.

3) Evalúa tu semana y crea espacios:

Imprime un calendario semanal con cada hora del día o utiliza un calendario virtual. Empieza a llenar los espacios que sabes ya están ocupados con actividades. Las horas de sueño y las horas de trabajo, por ejemplo. Añade el tiempo en casa y en la iglesia. 

Ahora toma tu lista de tareas. Mira en qué espacios puedes realizar cada una de tus actividades y hábitos. Las responsabilidades del trabajo, obviamente, las resolverás en tus horas de trabajo. Las del hogar las realizarás mientras estás en casa. No siempre lograremos cumplir con cada pendiente en las horas de trabajo y del hogar, pero eso es normal. Siempre hay millones de cosas por hacer; la lista jamás termina. Lo mejor es limitar nuestro tiempo en el calendario, hacer lo mejor que podamos durante esas horas, y seguir con nuestras vidas.

Ahora observa cuánto tiempo queda para las cosas como el ejercicio, la lectura y el estudio. ¿En dónde puedes acomodarlas? Quizá te des cuenta de que tu lista fue demasiado ambiciosa, y tendrás que eliminar por ahora algunas de las cosas que quisieras hacer. Eso está bien. Después podrás revisar de nuevo tu calendario y ver si tienes un poco más de tiempo disponible.

Pero quizá has descubierto que tienes una hora libre por las tardes. Los martes y jueves esa podría ser tu hora de lectura. Y los miércoles y viernes la puedes utilizar para salir a caminar. 

La trampa de las 24 horas te dirá que para desarrollar el hábito de la lectura o el ejercicio tienes que encontrar una hora para cada uno todos los días. Esto es un error.

Un hábito debe ser constante, pero no tiene que ser diario.

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Las posibilidades son infinitas. Nuestros calendarios lucirán diferentes, pero una cosa es verdad para todos nosotros: tenemos tiempo para hacer las cosas que deberíamos estar haciendo.

Pero no, no tenemos que hacer todas esas cosas hoy.

ProductividadAna Ávila