Tu trabajo es valioso

Muchas personas piensan que la productividad no es para ellos porque «no trabajan».

Quizá son estudiantes. Quizá son jubilados. Quizá están en cama por alguna enfermedad. Quizá se dedican a las labores del hogar.

Otros piensan que la productividad no es para ellos porque su trabajo «no es gran cosa».

Quizá son cajeros en un restaurante de comida rápida. Quizá son oficinistas. Quizá cortan cabello. Quizá se dedican a hacer la limpieza en un colegio.

Este correo electrónico es para recordarte que no importa quién seas, fuiste creado para trabajar (y para descansar). Este correo electrónico es para recordarte que no importa lo sencillas que parezcan tus labores, tu trabajo es valioso.

Trabajar no es simplemente recibir dinero a cambio de un producto o servicio. Trabajar es utilizar nuestras capacidades físicas e intelectuales (por modestas que sean) para servir a nuestro prójimo y hacer florecer la creación. Es cumplir el mandato de «llenar la tierra y gobernar sobre ella» (Gn 1:28). Es cumplir el mandato de «ir y hacer discípulos de todas las naciones» (Mt 28:19).

No importa lo sencillas que sean tus labores...
tu trabajo es valioso.

Un estudiante trabaja mientras se prepara para utilizar su fuerza, inteligencia y habilidades para servir al prójimo. Un jubilado trabaja al leer la Biblia con su vecino y compartirle el evangelio. Alguien enfermo trabaja al utilizar su limitada fuerza para animar con la Palabra a alguien que está afanado y abrumado. Una ama de casa trabaja al cultivar un hogar en el que sus hijos y miembros de la iglesia local puedan crecer y compartir.

Cada labor, por sencilla que sea, puede ser usada para la gloria de Dios y el bien de los que nos rodean. Si eres cajero en un restaurante de comida rápida, tu servicio amable y eficiente puede aligerar la carga de una madre cansada que necesita alimentar a sus pequeños. Si eres oficinista en una empresa de telecomunicaciones, por ejemplo, tus labores bien hechas son integrales para que la compañía provea Internet a cientos de miles de personas que a su vez trabajan para servir a la comunidad. Si cortas cabello, estás ayudando a alguien a verse lindo para una cita con su cónyuge. Si te dedicas a limpiar un colegio, estás proveyendo un ambiente agradable para que muchos jóvenes puedan prepararse y crecer en conocimiento y habilidad.

La verdadera productividad trata de hacer bien aquello que has sido llamado a hacer —sencillo o complejo, remunerado o no— para la gloria de Dios y el bien de tu prójimo. Cada acción que realizamos, por pequeña que sea, es una oportunidad de bendecir a los que nos rodean y mostrar al mundo quién es Dios.

La próxima vez que seas tentado a desestimar tus labores, recuerda: «Así que, sea que coman o beban o cualquier otra cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios» (1 Co 10:31). Puede que otros nos ignoren y jamás seamos reconocidos, pero Dios sí nos mira y se deleita en la labor que hacemos para alabanza de su nombre.

Tu trabajo es valioso, actúa como tal.

«Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para
el Señor y no para los hombres» (Colosenses 3:23).

Ana Ávila