Ser productivo no es ser perfecto
Estas últimas semanas estuvieron lejos de ser lo que planeé. Mis cadenas de hábito se rompieron y los planes se arrojaron por la borda...
Cuando esto sucede, mi primer instinto es derrumbarme. Si todo lo que organicé se fue a la basura, ¿qué sentido tiene seguir esforzándome? Quizá lo intento mañana. O la próxima semana. O el otro mes. Si eres perfeccionista (¡bienvenido al club!) probablemente puedas identificarte conmigo. Tropezamos y caemos en una espiral de pereza y procrastinación. El desánimo nos gana y lo único que queremos hacer es seguir y seguir cayendo.
O tal vez tú nunca has vivido fuera de la espiral de pereza y procrastinación. No significa que nunca haces nada, pero no tienes planes ni agendas ni calendarios definidos. Vives resolviendo urgencias. Te sientas delante del computador sin saber bien qué tienes que hacer hoy. Cuando menos lo esperas ya pasaste dos horas viendo videos de YouTube. Estás tan acostumbrado a la espiral que ya ni siquiera te das cuenta de que es posible salir de ahí.
Esta semana compartí en Instagram lo que hago cuando me encuentro demasiado abrumada por todo lo que tengo que hacer. Esta actividad le sirve tanto a los perfeccionistas como a los que no están tan acostumbrados a planear. Es un ejercicio sencillo que te ayuda a centrarte y poner manos a la obra, un paso a la vez:
1) Detente y respira:
Hacer un alto parece contraintuitivo, pero de nada nos sirve correr si vamos en la dirección equivocada. Cuando sentimos que las fechas de entrega están por atraparnos, sentarnos a evaluar y planear parece una pérdida de tiempo; te aseguro que no lo es. Media hora de organización puede ahorrarte muchos dolores de cabeza en el futuro. Detente, respira profundo, recuerda que el mundo sigue girando sin depender de ti. Puedes hacer una pausa para poner las cosas en su lugar. Te sentirás mucho mejor cuando lo hagas.
2) Haz una lista con todo lo que te abruma:
Nuestro cerebro fue diseñado para crear, no para almacenar. Entre más pendientes y afanes guardemos en nuestra mente, más abrumados nos sentimos. Un simple “que no se me olvide la leche” se convierte en 15 minutos de estrés porque sientes que algo falta antes de salir del supermercado, pero no recuerdas qué. Empieza a escribir todas esas cosas que te preocupan. Pueden ser pendientes del hogar o del trabajo, sentimientos no resueltos, ideas para desarrollar en el futuro. Lo que sea: pequeño o grande, relevante o ridículo. Si tiene un lugar en tu cabeza, debe tener un lugar en el papel. No dejes de escribir hasta que sientas que tu espiral se va disipando.
3) Tacha lo que no puedes controlar:
Hay cosas que nos preocupan pero que no podemos resolver. Muchas cosas en esta vida están fuera de nuestro control. Es útil reconocerlas en el papel y diferenciarlas de aquellas cosas sobre las que sí podemos hacer algo al respecto. Empieza a tachar las cosas que no están en tus manos. Este paso también puede ser una buena oportunidad para delegar. ¿Hay tareas en tu lista que pudiera hacer alguien más? Quizá tu pareja o un compañero de trabajo. Intenta dejar en tu lista solo lo esencial y en lo que sí puedes trabajar.
4) Identifica las tres tareas más importantes:
En tu mente, todo parece urgente. En papel te das cuenta de que no es así. Sí, quizá tienes cientos de cosas por hacer (¡Prueba decir “no” más seguido!), pero no tienes que hacerlas todas hoy. Dibuja un circulo sobre las responsabilidades que tienes que completar esta semana. De esas, selecciona tres y numéralas según su orden de importancia. Con esos tres pendientes entraremos en acción.
5) Crea un plan sencillo:
Las tareas y los proyectos son cosas distintas. Las tareas son pendientes rápidos que puedes completar en un solo paso y en poco tiempo (hacer una llamada, contestar un correo, lavar los platos, etcétera). Los proyectos son todas esas responsabilidades que requieren más de un solo paso para completarse. Las cosas que te abruman probablemente son proyectos. Toma los tres más importantes (que seleccionaste en el paso anterior) y divídelos en las tareas que requieren para llevarse acabo. Por ejemplo:
Artículo sobre bloqueo de tiempo
A. Seleccionar material de investigación
B. Leer y anotar material de investigación
C. Bosquejar artículo
D. Primer borrador
E. Segundo borrador
F. Finalizar artículo
G. Buscar imagen destacada
H. Subir a Squarespace y programar
Entre más detallado seas, colocando tareas pequeñas que puedan completarse con esfuerzo moderado, menos abrumado te sentirás. Puedes concentrarte en el primer paso en lugar de ver un proyecto gigantesco que te hace sudar frío de solo pensarlo. Después de que hayas determinado las tareas para cada uno de tus proyectos, empieza a planear cuándo y dónde las llevarás a cabo.
6) Olvídate del resto de la lista:
Serás diez veces más eficiente cuando te concentres en una tarea a la vez. Pon el resto de tu lista de pendientes en un lugar seguro y enfócate en terminar cada una de las tareas de tus proyectos más importantes. No saltes de una tarea a otra. Puedes trabajar en un proyecto antes de terminar el otro (aunque si son proyectos pequeños lo más aconsejable es que no lo hagas), pero nunca pases de una tarea a otra. Los humanos no servimos para el “multitarea”. Concéntrate en una sola cosa y olvídate del resto por ahora. Cuando menos lo esperes, estarás progresando en tus pendientes como nunca antes.
La espiral de pereza y procrastinación es inevitable. Somos seres humanos y todos caemos en ella eventualmente. La productividad no se trata de ser perfectos, sino de saber cómo proceder cuando fallamos. Podemos levantarnos porque sabemos que nuestra identidad no está en lo buenos que somos para organizarnos. Jesús pagó el precio de nuestra pereza y falta de responsabilidad. Ahora somos libres de levantarnos y buscar ser mejores que ayer, confiados en que Él nos fortalece para lograrlo.