¿Qué te vas a perder hoy?

Vivimos en un mundo que nos hace sentir que, si nos esforzamos lo suficiente, no tenemos que perdernos nada. Toda la información en la historia de la humanidad está en la palma de nuestra mano. Podemos saber qué está sucediendo en cualquier lugar del mundo en tiempo real. No solo eso, podemos ser parte de todo lo que está sucediendo. Podemos comentar, retuitear, compartir una imagen inspiradora, hacer un livestream y ver a otros llenar nuestra pantalla de corazones. 

Pero luego levantamos la mirada y nos damos cuenta de que todo fue una ilusión. Hay un incontable número de cosas que nos hemos perdido. Empezando por aquellas que están a nuestro alrededor.

Cada vez que dices «sí» a algo
estás diciendo «no» a todo lo demás.

Mientras que la presencia de nuestro Señor llena la tierra, nosotros somos luz en un lugar específico y finito. Dios nos hizo personas que pueden estar solo en un lugar a la vez, física y mentalmente. Eso es algo bueno.

El problema es que no nos gusta. Queremos más. Queremos saberlo todo; queremos estar en todos lados. Queremos escapar de nuestros límites. Esto es imposible y es necedad.

Quieras o no, hay cosas que vas a perderte. Cada vez que dices «sí» a algo estás diciendo «no» a todo lo demás. Parte del atractivo de las redes sociales es su alegre promesa de no volver a tener que perdernos ningún evento, noticia o mensaje importante. Por supuesto, esta promesa no se cumple… porque cumplirla es simplemente imposible (solo tienes que ver cuántos tuits se envían por segundo para darte cuenta de esto). Pero la abundancia de contenido que podemos obtener cada vez que accedemos a Internet es suficiente para mantenernos ilusionados: «un swipe más y ya», «el siguiente video y me acuesto a dormir», «solo quiero ver qué dijo sobre este tema, rapidito». Y seguimos. No queremos perdernos nada. Nos atiborramos de información pero seguimos frustrados. Intentar vivir de una manera incompatible con nuestro diseño como criaturas limitadas en cuerpo y mente solo nos llena de afán y jamás satisface. 

Debemos estar dispuestos a perdernos algunas cosas buenas para abrazar las cosas mejores. Para vivir con nuestro ser entero enfocado en aquellas buenas obras que Dios preparó para nosotros hoy (Ef 2.10). Que nuestro afán no sea hacerlo todo, verlo todo y saberlo todo. Ocupémonos en hacer bien lo que nos toca, contemplar con atención lo que nos rodea y procurar la sabiduría que Dios da abundantemente y sin reproche (Stg 1:5).

¿Qué «cosa buena» te perderás hoy?
¿Cuál será la «cosa mejor» que abrazarás en su lugar?

Ana Ávila