«No tengo redes sociales. Estoy aburrido».

Durante este mes, cientos de personas han abrazado el reto de pasar al menos 28 días lejos de las redes sociales para caminar enfocados en la «vida real». No ha sido fácil. Muchos hemos empezado a ser conscientes del poder que las plataformas digitales ejercen sobre nosotros. Las aplicaciones no están en nuestros teléfonos, pero desbloquear la pantalla para buscar algo qué hacer cuando estamos aburridos o ansiosos es un hábito. Cuesta dejarlo. 

Con todo, también nos hemos dado cuenta de que levantar la mirada de la pantalla no es imposible. Cuesta, pero es un esfuerzo que pronto descubrimos vale la pena. Notamos que cada vez estamos menos preocupados por lo que sucede en Instagram y más ocupados en disfrutar el momento que estamos viviendo. Puede ser algo tan sencillo como lavar los platos o escuchar algo de música mientras armamos un rompecabezas. Quizá es leer la Biblia con más calma o acompañar a alguien en necesidad. Sí, vale la pena perderse de las cosas buenas que Internet ofrece por las cosas mejores que Dios ha puesto delante de nosotros hoy.

Pero, ¿qué pasa si las redes sociales eran tan centrales en nuestra vida que, cuando nos deshacemos de ellas, parece que no queda nada? Terminas de trabajar, de estudiar, de limpiar… ¿y ahora qué? Lo más fácil es sustituir un vicio por otro: dejaste las redes pero terminaste tres temporadas de una serie medio interesante en Netflix solo porque no tenías idea de qué hacer. Por eso no basta «quitar lo malo» (en este caso, el excesivo uso de redes sociales)… también tenemos que «llenarnos de lo bueno». Si no tienes idea de por dónde empezar, aquí hay algunas ideas:

1) Pregúntale a Dios:

Dios ha preparado buenas obras para que camines en ellas (Efesios 2:10). ¿Por qué no empiezas cada día preguntándole cuáles son? Dios es el más interesado en que andemos en Su voluntad, pero a veces actuamos como si Él nos ocultara el camino a propósito. ¡Todo lo contrario! El Señor nos llama a clamar por sabiduría y promete dárnosla (Santiago 1:5). 

Si estamos aquí todavía, es porque Dios tiene trabajo para nosotros. Jesús nos mandó a hacer discípulos, amando a Dios y amando a los demás. ¿Qué puedes hacer hoy para obedecerle?

2) Pregúntale a tu prójimo:

La necesidad a nuestro alrededor es mucha, pero a veces estamos tan enfocados en nosotros mismos que no podemos verla.

Las preguntas más sencillas hacen toda la diferencia: ¿Cómo estás? ¿Tienes alguna petición de oración para esta semana? Me enteré de que estás preparando un proyecto importante, ¿hay algo en lo que pueda ayudarte? ¿Qué tal si leemos la Biblia juntos?

Las redes sociales nos hacen creer que el universo entero gira a nuestro alrededor. Pero no estás aquí para ser servido, sino para servir. ¡Dios cuida de ti mientras te usa para cuidar de otros! Despierta de la fantasía de egocentrismo digital y camina como Jesús: como un siervo (Filipenses 2:3-11).

3) Espera:

Podemos cultivar nuestro cuerpo y nuestra mente de mil formas sin entumirnos frente a una pantalla. Pero si lo único que hemos hecho por años es consumir y consumir contenido digital, no debería sorprendernos que todo lo demás parezca tedioso. Cuando nuestros ojos están acostumbrados a los filtros, toma un tiempo volver a apreciar la belleza de los colores del mundo real.

Al principio todo será «aburrido», pero poco a poco tu mente se desacostumbrará al exceso de estimulación y será capaz de disfrutar las actividades más tranquilas y fructíferas del mundo real. No huyas de regreso a las pantallas cuando llegue la incomodidad.

4) Prueba una cosa a la vez:

Seguramente tienes una lista de cosas que, en teoría, te encantaría hacer lejos de las redes sociales: aprender un instrumento, plantar un jardín, practicar el inglés, pintar con acuarelas, armar rompecabezas, escribir una novela, hornear un pastel. Si no la tienes, ahora es momento de detenerte y escribir una.

Todo esto es genial cuando vive solo en nuestra mente. Cuando intentamos practicarlo nos damos cuenta de que pasar la mañana arrodillados bajo el sol intentando mantener algunas plantas con vida no es lo más agradable del mundo. Pero también puede que notes que —aunque has hecho un desastre con las acuarelas y tienes que repetir los mismos ejercicios una y otra vez— realmente disfrutas el reto de intentar crear paisajes en el papel.

Hornear definitivamente no es lo mío, pero descanso mucho armando rompecabezas o pintando con crayones junto a mis hijos. Aunque ir a clases de ballet suena genial, en esta etapa de mi vida estoy disfrutando mucho de caminar por un sendero junto a mi casa mientras escucho un audiolibro. Ni tú ni yo haremos todas las cosas en nuestra lista de «hobbies que quiero desarrollar» y eso está bien. Probemos una por una y vayamos descubriendo lo que realmente hace florecer nuestro cuerpo y nuestra mente. 

Para disfrutar de la vida real lejos de las pantallas tenemos que empezar por alejarnos de las pantallas. Pero eso no es suficiente. No te conformes con «arrancar lo malo». ¡Llénate también de lo bueno!

Ana Ávila