Levántate
Estoy convencida de que una de las principales razones por las que vivimos tan amargados es que simplemente no nos «levantamos del asiento».
Piénsalo. Estamos tan acostumbrados a nuestra rutina (una rutina que ni siquiera diseñamos de manera intencional) que no se nos ha ocurrido que podemos detenernos, levantarnos y hacer un cambio.
En vez de pasar otros 30 minutos refrescando la bandeja de entrada de correo electrónico sin propósito alguno, puedes pasar 30 minutos sumergido en un buen libro.
En vez de desplomarte en el sillón y entumecer tu mente con Instagram después de un día cansado, puedes poner un poco de música relajante y remojar tus pies en agua caliente.
En vez de gritarle a tus hijos otra vez, puedes dar un paso atrás, pedirle a tu cónyuge que se encargue de ellos unos minutos y salir a caminar mientras oras por paciencia y sabiduría para responder a la situación.
No eres esclavo de tus circunstancias. Aunque no podemos remediar todas las dificultades de nuestras vidas, siempre hay un pequeño ajuste que podemos hacer para disfrutar más de lo cotidiano, para la gloria de Dios y el bien de las personas.
Deja de quejarte y levántate. No estás amarrado al asiento.
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