¡Prepárate para el taller!
Había una vez una Ana quinceañera que era paranoica con sus libros. No debían estar manchados, doblados, ni mucho menos rayados. Amaba mis libros.
Pero luego crecí; me hice un poco más inteligente y un poco más sabia. Empecé a querer aprender más de Dios, del mundo, y de la gente que lo habita. Mi amor por los libros evolucionó a un amor por la lectura. Y mis días de tener libros impecables terminaron.
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¿Quieres aprender a marcar tus libros
y tener una conversación con el autor mientras lees?
Ahora, entre más un libro me haga pensar, más rayado estará. Resaltaré las mejores oraciones. Dibujaré caritas felices en las cosas que me hicieron sonreír y caritas tristes en las cosas que casi me hacen llorar. Los pasajes impactantes serán enmarcados con signos de exclamación. Una bombilla aparecerá junto a frases que abrieron mis ojos. Literalmente escribiré «¡jaja!» al final de un párrafo que me hizo reír. Flechas harán conexiones, signos de preguntas rellenarán partes en blanco, y si no hay espacio suficiente siempre habrá un post-it que salve el día.
Marca tus libros.
Involúcrate con el argumento del autor. Escucha y responde. ¡Leer es conversar profundamente!
Aprende más:
He pasado casi una década ayudando a las personas a desarrollar el hábito de la lectura. La mayoría de los que se encuentran con mis artículos, videos o podcasts está convencida de que leer es importante. No necesito persuadirlos de que pasen más tiempo entre las páginas y menos en la pantalla. Solo necesitan que les ayude a dejar las excusas, tomar un buen libro y sentarse a leer.
Ese, sin embargo, no fue el caso de Juan (nombre ficticio, historia real). Este joven llegó con una pregunta sencilla: ¿Por qué? ¿Cuál es el propósito de tanta insistencia entre los cristianos con la lectura de libros? ¿Para qué necesito leerlos?
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