Si yo puedo hacer ejercicio, tú puedes ponerte a leer
Hay personas que disfrutan sobremanera el ejercicio. Les encanta ponerse su ropa deportiva e invertir dos horas diarias en el gimnasio, corriendo, haciendo pilates, o en CrossFit. Yo no soy una de esas personas. Ni de lejos.
Pero sé que el ejercicio es importante para cuidar mi cuerpo. No puedo negar que el estilo de vida sedentario es extremadamente dañino a largo plazo. Debo ser intencional y levantarme de mi escritorio de vez en cuando. Debo hacer ejercicio aunque no quiera.
Quizá tú eres todo lo opuesto a mí. Disfrutas de salir y moverte y quemar calorías. Por lo general, no batallas para cumplir con tu rutina de ejercicios. De hecho la disfrutas; la esperas con ansias.
O tal vez ni lo uno ni lo otro. Pero seguramente eres aficionado a alguna actividad a la que muchas personas sacan la vuelta. Quizá te encanta comer sano, te gustan las manualidades, disfrutas de limpiar y organizar, estás obsesionado con algún instrumento, o pasas horas haciendo trabajo voluntario. ¿Pero leer? Sabes que deberías hacerlo. Sabes que es algo bueno para tu cerebro. Sabes que tu mente necesita llenarse de cosas valiosas, no solo de memes.
La idea es la misma: lo que se te facilite a ti puede que no se me facilite a mí. Eso no significa que yo no deba hacer ejercicio… y eso no significa que tú no debas leer.
Ahora, ni yo tengo que volverme una gurú del CrossFit ni tú tienes que leer 70 libros al año. Seamos realistas, cada quien tiene sus talentos. Lo que sí es que tanto tú como yo debemos esforzarnos para trabajar en aquellas prácticas que favorecen nuestro desarrollo físico y mental.
Un pequeño ajuste
El año pasado, Uriel y yo compramos una elíptica para Navidad. Ni a él ni a mí nos gusta hacer ejercicio, pero sabemos que es importante. Así que decidimos invertir en un aparato que nos hiciera lo más sencillo del mundo poder ejercitarnos con regularidad.
Sí, lo adivinaste. En unas cuantas semanas la elíptica perdió su brillo y nos servía más para secar las sábanas que para quemar calorías. Afortunadamente ese no fue el final de la historia.
Hice algo muy sencillo: combiné un mal hábito con un hábito olvidado para crear un buen hábito.
Verás, por aquel tiempo me di cuenta que estaba pasando mucho tiempo en YouTube. Demasiado. Así que decidí limitar mi tiempo en la plataforma a cuando estuviera en la elíptica: solo vería videos mientras hiciera ejercicio.
Y quién lo diría: ahora no hay quien me pare.
En su libro, Atomic Habits, James Clear presenta su versión del bucle de los hábitos. (En el famoso libro El poder de los hábitos Charles Duhigg presenta un bucle similar, pero con tres componentes en lugar de cuatro).
El bucle explica que cada vez que recibimos una señal (una notificación en el móvil, por ejemplo), se despierta en nosotros un deseo (ansia por revisar el teléfono). Esto ocasiona cierta respuesta (revisar la notificación), que a su vez provoca una recompensa que refuerza el hábito (¡alguien le dio “me gusta” a tu foto!). Y así el ciclo vuelve a empezar.
Clear utiliza las cuatro partes del bucle para formular sus leyes para el cambio de conducta: Si quieres desarrollar un buen hábito, (1) hazlo obvio, (2) hazlo atractivo, (3) hazlo sencillo, y (4) hazlo satisfactorio.
Al unir mi gusto por YouTube con mi pesar de subirme a la elíptica, sin saberlo estaba implementando la segunda ley: hazlo atractivo. Ya no se trataba tanto de hacer ejercicio, sino de poder relajarme un rato viendo videos. Quemar calorías era un beneficio extra.
Curiosamente, en su libro, Clear cuenta la historia de un chico que programó su computadora para que solo reprodujera Netflix mientras estaba en su bicicleta estática, pedaleando a cierta velocidad.
Es tu turno para ponerte creativo, ¿cómo puedes hacer del hábito de la lectura algo más atractivo para ti?
Quizá signifique apartar una media hora de tu día y hacer de ella algo especial. Prepara tu café favorito, pon música ambiental relajante, prende una vela aromática, y apaga el móvil.
O tal vez te gusta la naturaleza. Prueba descargar un audiolibro y pasear en el parque, o llevar tu libro y sentarte en una banca al aire libre.
Si disfrutas de la compañía de alguien más, ¿por qué no invitas a esa persona a leer juntos una vez por semana o cada quince días?
Toma un tiempo y piensa en qué podrías hacer para transformar tu tiempo de lectura en algo emocionante, en lugar de que parezca una pesada obligación.